[Según Wikipedia, la enciclopedia libre, el término economía viene del griego οίκος (casa) y νέμoμαι (administración), es decir, en la literalidad de su significado etimológico, economía sería algo así como “administrar la casa”]

Gastamos dinero que no tenemos en cosas que no necesitamos, para impresionar a gente a la que no importamos
(Will Smith, actor norteamericano, 1968)

Era una mañana, no recuerdo si soleada o no, de octubre de 1988. Yo estaba sentado en las filas traseras de una de las aulas con forma de anfiteatro romano de la Facultad de Económicas de Barcelona. Asistía a la asignatura de Historia Económica de primer curso. Iniciábamos una materia totalmente nueva para nosotros y estábamos atentos a su presentación. Entró el profesor. Explicó brevemente cómo se estructuraba su cátedra y la asignatura. Y acto seguido lanzó una pregunta al aire:

  • “¿Saben ustedes lo que es la Economía?”

Silencio sepulcral en el aula. Había creado expectativas. Todos sabíamos que se trataba de una pregunta retórica. Era lo máximo para un alumno de primero de Económicas ¿qué era la Economía?… sinceramente, no tenía ni idea.

  • “Señores”, continuó diciendo el profesor, “Economía es aquella ciencia social que trata sobre la asignación eficiente de unos recursos escasos, siendo estos recursos la tierra, el trabajo y el capital”.

Acto seguido, guardó sus notas en el maletín y, como se trataba de la primera clase del curso, dio por terminada la introducción y se marchó.

Han pasado ya unos 32 años desde aquel día. Casi 11.700 días en los que hubo muchas más clases y profesores, másters y postgrados, conferencias y presentaciones, desayunos y almuerzos de trabajo, y formaciones de todo tipo… pero recuerdo como si fuera ayer esa definición.

Y es que, al recordarla ahora con la perspectiva del tiempo pasado y vivido, siento cómo acabamos confundiendo y retorciendo algo tan sencillo como “administrar una casa”.

Como economistas administradores de casas, siempre deberíamos recordar que la Economía es una “ciencia social”, y, por lo tanto, trata sobre el comportamiento humano tanto a nivel individual como a nivel colectivo o de sociedad, sobre cómo se debe “administrar una casa”, sea ésta la nuestra, o sea esta casa una nación o una zona geográfica entera.

Al ser una ciencia social, la Economía entra a formar parte del colectivo de las denominadas ciencias humanísticas como la filosofía (la psicología de los clásicos) y la política (el arte del gobierno), y queda muy lejos de las denominadas ciencias puras como las matemáticas o la física, con todo lo que ello comporta.

Quiero remarcar que el objetivo último de la Economía es “asignar eficientemente unos recursos escasos”, o lo que es lo mismo, tratar de que los individuos o colectivos tengan la cantidad suficiente de recursos escasos, encuadrándose dichos recursos en, básicamente, 3 categorías:

-La tierra (materias primeras y recursos naturales)

-El trabajo (las personas)

-El capital (la riqueza)

Es importante no perder de vista que el instrumento principal que utiliza la Economía para cumplir con su definición; es el análisis del pasado. Todo ello contribuye a dibujar equilibrios futuros, a partir del pronóstico de los comportamientos humanos individuales y colectivos para la asignación de la tierra, el trabajo y el capital. Aquí radica su especial dificultad. Ni más ni menos que en la futurología utilizando la predicción del comportamiento humano a partir de hechos pasados.

Es debido a este último punto, que algunos introducen complejos algoritmos y modelos matemáticos de predicción, desvirtuando, a mi entender, esa ciencia social sobre el comportamiento humano de “cómo administrar una casa”. ¿Por qué?, porque no hay ningún modelo matemático por muy complejo que éste sea, que consistentemente en el tiempo, prediga con un margen de error estrecho el comportamiento humano. (Les recomiendo leer mi artículo de reflexión titulado “El Dilema del Prisionero”).

Todo es más simple. Lo primero es colocar cada cosa en su lugar, y una vez ordenado, lo segundo es dejar que las cosas hagan lo que han venido a hacer. Como en un reloj, primero se colocan las piezas de la maquinaria, luego se ajustan las manecillas a la hora exacta, se le da cuerda al reloj, y se deja que las manecillas giren para indicarnos la hora que es en cada momento. Sólo se debe estar atento a que las manecillas sigan girando, ya que, sino, dejará de hacer aquello para lo que ha sido hecho.

Dejemos el reloj y pasemos a la Economía.

Lo primero que deberemos hacer es saber colocar cada recurso en su lugar (montaje de la maquinaria). Como hemos visto, existen 3 recursos productivos escasos o limitados:

  1. La tierra: las materias primas y los recursos naturales.
  2. El trabajo: la mano de obra (las personas)
  3. El capital: el nivel de riqueza o de renta (el PIB para las naciones)

Lo segundo, deberemos decidir qué tipo de sistema queremos poner en funcionamiento. En este sentido, según quien ejerza el control sobre los recursos, las anteriores categorías podrán ser de propiedad pública o privada.

La prevalencia de una sobre la otra hará que un sistema económico sea más social o sea más liberal. Colocaríamos en un extremo un sistema de control público absoluto híper normativizado donde no hay lugar para la iniciativa y la propiedad privada y; en el otro, un sistema absolutamente desregularizado, sólo regido por la ley de la oferta y la demanda; cuyo único objetivo sea la optimización del beneficio monetario. Entre ambos pueden existir diferentes sistemas con infinitos grados de prevalencia entre una y otra titularidad. En realidad, los sistemas mixtos son los más comunes y eficientes, combinando ambas gestiones según sea el bien y servicio gestionado y el destino de éste.

En tercer lugar, cabrá tener en cuenta a cada uno de los sectores de actividad. A qué se dedican y sus particularidades a la hora de actuar. Los sectores de actividad son 4:

  1. El sector primario: se dedica a la extracción de materias primeras y recursos naturales.
  2. El sector secundario: es el de la industria transformadora.
  3. El sector terciario: el de los servicios.
  4. El sector cuaternario: el del conocimiento y la investigación.

La cuarta pieza del engranaje, que debemos colocar, será la de los consumidores finales dispuestos a comprar los bienes y servicios producidos.

Ahora sí podemos decir que tenemos todas los dispositivos de la maquinaria del reloj insertadas. ¡Démosle cuerda!…

… ¿cómo?…

… favorezcamos que se produzcan transacciones de compra y venta entre consumidores y productores de un bien o servicio; siendo el “nivel de crédito” el acelerador o desacelerador del ritmo de transacciones. Como un motor, el crédito puede revolucionar más o menos el ritmo de generación de transacciones comerciales. A más crédito más transacciones, pero si lo reducimos, disminuimos también las transacciones. Problema que plantea el crédito: si nos pasamos podemos romper o ”gripar” el motor, y si no llegamos podemos pararlo o “ahogarlo”. Como todo en esta vida, debemos encontrar el punto de equilibrio, y esto sólo se consigue por la experiencia pasada probando motores, equivocándonos y aprendiendo.

SÓLO HAY 3 INDICADORES A SEGUIR

¿Cómo saber la hora del día que es?

En Economía hay un sinfín de indicadores del estado del sistema, pero podemos resumirlos en 3:

La productividad

Es la relación entre la cantidad de bienes y servicios obtenida (la producción) y la cantidad de recursos escasos utilizados para obtenerla. En principio, a más recursos utilizados parece que sería lógico pensar en que se debería obtener más producción. Pero que esto ocurra no significa que se esté realizando una “asignación eficiente de recursos escasos”. De hecho, lo más probable es que los estemos malgastando. Y sabemos que son exiguos.

El crecimiento económico sólo será sostenible en el tiempo cuando se haga sobre la base de aumentos de la productividad, es decir, cuando utilizando la misma cantidad de recursos escasos, obtengamos una mayor y/o mejor cantidad de bienes y servicios. Ésta es la clave de la mejora constante y es el indicador básico del estado del sistema económico.

Un sistema económico con pérdidas constantes de productividad es como un dinosaurio, está condenado a la extinción. Tardará más o menos, pero no será viable. ¿Se imaginan que para obtener la misma cantidad de bienes y servicios necesitara cada vez más y más recursos, los cuales, a su vez, limitados?… en un negocio esto supondría su cierre a medio plazo.

 La Demanda

Pone de manifiesto el nivel de riqueza.

A nivel nacional o de una zona geográfica determinada, se conoce comúnmente como PIB (Producto Interior Bruto), y es el valor monetario de la producción anual comprada por los individuos o colectivos de esa nación o zona geográfica.

Veamos un ejemplo sobre la dimensión del PIB del año 2019 de algunas naciones, es decir, sobre su valor en euros generados durante el año 2019.

Las 5 mayores economías del mundo (los más ricos) en términos de PIB son:

A.- EEUU.                                                                19.140M €
B.- UE (27 países sin UK)                                          13.922M €
C.- China                                                                 12.809M €
D.- Zona Euro (19 países de los 27 de la UE)              11.905M €
E.- Japón                                                                  4.540M €

Como puede apreciarse, el país que genera más riqueza anualmente son los EEUU. Su economía es un 37% mayor que la de su inmediato seguidor (la UE de 27 países ya sin el Reino Unido), un 49% mayor que la de China, y un 60% mayor que la de la zona euro (formada por 19 de los 27 países que configuran la UE). Si fuera una persona física, sería el primero en el ranking de multimillonarios de la revista Forbes, estando muy por encima de sus seguidores. Sería el Jeff Bezos (Amazon) por ponerle un nombre, pero la UE sería como Bill Gates (Microsoft), que tampoco está nada mal y, como último candidato, China sería más o menos como un Warren Buffett (el oráculo de Omaha).

Cabe destacar que, a pesar de todo el ruido mediático que generan, la economía China es “tan sólo” un 7% mayor que la de la zona euro (19), pero un 8% menor que la de la UE en su conjunto. Y ahí hay ya una fuente de conflicto entre competidores directos por ocupar su lugar en el mundo. La desventaja europea frente a China, o incluso frente a los EEUU es que son entre 19 y 27 países para ponerse de acuerdo, cada uno de ellos similar pero heterogéneo en sus sistemas económicos (las maquinarias del reloj); lo que complica la toma de decisiones sobre qué lugar ocupar en el mundo y cómo hacerlo. Todavía se debe aprender a utilizar la diversidad como una ventaja competitiva.

Dentro de los 19 países de la zona euro, las 4 economías mayores son las de Alemania (3.436M €), Francia (2.419M €), Italia (1.788M €) y España (1.245M €). Estas 4 economías acumulan el 75% de la riqueza anual de la zona euro. Un apunte, para tener en cuenta en este ámbito, es lo difícil que lo están teniendo Francia, Italia y España para obtener el soporte financiero necesario que palíe los efectos devastadores de la crisis sanitaria provocada por el COVID-19 sobre sus economías, a pesar de ser 3 de las 4 mayores economías del euro.

En el orden de las reflexiones para tener en cuenta cuando las comparamos con su ruido mediático internacional, me llama la atención que:

  1. En la clasificación de “ricos”, el quinto (Japón) supone “nada más” que entre 1/4 y 1/3 parte de los primeros.
  2. Rusia (1.519M €) es “tan sólo” un 22% mayor que la economía de España, pero Rusia es invitada a menudo a participar en las reuniones del G7 (los 7 países más ricos del mundo).
  3. La economía de España es comparable en términos de riqueza generada anualmente a la de Australia (1.269M €).
  4. Otros países considerados “ricos” tienen un tamaño de su economía muy inferior a la española: Países Bajos (812M €); Suiza (628M €); Suecia (475M €); Austria (398M €); Noruega (359M €) o Israel (353M €).

 

El nivel de Crédito

Es la riqueza prestada para su utilización por otro, a cambio de un compromiso de retorno futuro.

Si toda la riqueza poseída no fuera utilizada para nada más que para contribuir a rellenar el escondite del sótano, se estaría ralentizando el ritmo de transacciones en la economía y podría llegar a paralizarse. Queda claro que la riqueza debe ser utilizada para generar nuevas transacciones, y la forma de utilizarse es: consumiendo (comprando bienes y servicios); invirtiendo para modernizar a los sectores de actividad (produciendo bienes y servicios en mayor cantidad o de mayor calidad con menos recursos) y ahorrando. Esto último necesita una aclaración; el ahorro entendido como un capital que no deje la riqueza fuera del sistema o “debajo del colchón”, sino invertido a través de instrumentos financieros que se convierten o que facilitan la concesión de crédito para que otros puedan consumir o invertir.

Como en el caso de la demanda, a nivel nacional suele medirse como % sobre el nivel de PIB o riqueza anual generada.

¿Y por qué se hace así? Porque trata de medir el nivel de deuda (o crédito) respecto a su capacidad de pago, y para determinar ésta, se toma la riqueza que se genera en un año.

¿Tiene esto sentido?… a mi entender no. Tomar el nivel de riqueza como capacidad de pago está bien, pero para ver si puedes o no pagar, el nivel de deuda no nos dice mucho, mientras que sí lo haría si se tomara el coste anual de dicha deuda.

Los medios de comunicación económicos informaron a principios de año de que el nivel de deuda mundial durante el año 2019 había sido del 322% del PIB mundial, lo que quiere decir que, durante el año 2019, por cada 100€ de riqueza generada en el planeta, habían 322€ de crédito.

¿Es eso mucho o poco?… en Economía todo es relativo, pero, como decía el extraordinario Sr. Capel, mi profesor de matemáticas de EGB al que le agradezco el haberme sabido motivar en este campo, “…lo importante es comparar peras con peras y castañas con castañas”. Y me temo que en este caso estamos comparando peras con castañas.

Pongamos un ejemplo.

La familia Pérez (padre, madre y dos hijos) tiene unos ingresos anuales de 100.000 € (PIB de un país), y una hipoteca sobre su vivienda de 322.000 € (nivel de deuda o crédito de ese país) a 20 años a un tipo de interés actual del 2%.

Como los informativos económicos decían, en este caso la familia Pérez tiene un nivel de deuda del 322% sobre sus ingresos.

¿Quiere esto decir que la familia Pérez no podrá pagar sus deudas y que están en una grave situación de riesgo?

Para saber si la familia Pérez podrá pagar su hipoteca, deberemos saber cuánto le cuesta a la familia Pérez pagarla. Haciendo cálculos (que ahorraré al lector), la cuota de su hipoteca es de unos 1.517€ al mes, o lo que es igual, aproximadamente 18.200 € al año con los intereses al 2% anual.

Así pues, la familia Pérez ingresa al año 100.000 € y debe pagar al año 18.200 € en concepto de deuda o crédito, es decir, el coste de su deuda es de algo más del 18% de sus ingresos, quedándole un 82% de sus ingresos libres para el resto (pago de impuestos, pagar colegios, comprar comida y vestuario, tener algún que otro capricho y ahorrar).

En principio, parece que la familia Pérez puede soportar un nivel de deuda del 322% de su riqueza anual, ya que, lo que le cuesta tenerla actualmente le supone tan sólo un coste anual del 18% de sus ingresos anuales.

He querido poner este ejemplo porque cuando se habla de Economía, parece que todo el mundo tiene la razón y que todos mienten a la vez. Curiosa paradoja. Lo cierto es que muchas veces, quizás demasiadas, se utilizan términos económicos grandilocuentes, sin analizar realmente lo que quieren decir, y los damos como válidos tan sólo porque salen en uno u otro medio, o lo ha dicho tal o cual persona que creemos imparcial, pero lo único imparcial es entender objetivamente de lo que se está hablando. La Economía se ha convertido en la herramienta de los gobiernos y de los agentes sociales de tratar de influir en la opinión pública para atraer partidarios hacia sus tesis. Es la manera “sencilla” de hacer demagogia para influir en las masas.

Lo único importante que debe tenerse en cuenta como “buen administrador de la casa”, es que cuando ganas 100€ y gastas 120€, tienes un problema que deberás resolver ganando más, o gastando menos, o ambas cosas. El sentido común siempre prevalece.

EN RESUMEN, TODO SE BASA EN EL SENTIDO COMÚN DE CÓMO ADMINISTRAR LA CASA

No hace falta ser Doctor en Economía por la Universidad de Harvard para saber que “no debemos estirar más el brazo que la manga”; si no queremos dejarlo al descubierto, pasar frío, o quemarnos por el sol.

Sabemos que sólo vamos a contar con 3 clases de recursos, y lo más importante, es que son escasos. Si fueran ilimitados, todo sería más fácil, pero no es así. Para hacerlo más difícil, unos cuentan con unos recursos y otros con los otros; nadie posee todos los recursos a la vez.

Deberemos también decidir qué cantidad de recursos públicos y privados vamos a permitir que aparezcan y sobre qué lo haremos; teniendo en cuenta que los primeros son socialmente provechosos y los segundos son monetariamente rentables y que pocas veces el beneficio social y el monetario suelen estar alineados.

En mi opinión, todo lo referente a educación, sanidad, seguridad, defensa e Infraestructuras estratégicas (energía, telecomunicaciones, puertos, aeropuertos y red viaria), deberían estar bajo la asignación de recursos públicos; puesto que principalmente van dirigidos a la población en su conjunto. El resto de las actividades, en líneas generales, estarán mejor gestionas bajo la iniciativa privada.

Con todo organizado, le damos cuerda al reloj, y dejamos que la máquina se mueva favoreciendo un comercio basado en la multiplicidad del ritmo de transacciones de compra-venta de bienes y servicios; evitando barreras de entrada y haciendo que la información y la comunicación entre las partes fluya rápida y libremente. Si queremos que haya más transacciones favorecemos la concesión de crédito, pero con cuidado de no “gripar” el motor y si queremos ralentizar las transacciones endurecemos las condiciones para la concesión de crédito, pero vigilando de no parar en seco el motor y “ahogarlo”.

Para ir controlando que todo vaya saliendo como pretendemos, nos fijamos en 3 indicadores del motor: el más importante, la productividad; luego en la demanda o nivel de riqueza; y por último en el nivel de deuda o crédito, pero referenciando su coste con el nivel de riqueza anual.

Y, por último, lo más importante. El sentido común de un “buen administrador de su casa”. Piensen que, de la suma de todas las economías domésticas, surge la economía del país. Y de la suma de países, la economía mundial. Todo empieza por uno mismo y no por dejar que otro tome nuestras responsabilidades de buen administrador.

Ya lo decían los griegos ¡Pueblo sabio!

RAFAEL RABAT
Economista
Socio Fundador de NORZ Patrimonia EAF, SL
Socio Fundador de GAR Investment Managers, SàRL

¿qué Es Globalizarse?

El término “globalización” viene de un anglicanismo (globalization). En español deberíamos utilizar el término “mundialización”, que expresa mucho mejor eso de ser un único mundo. Pero ahora ya es muy tarde como para cambiar tendencias, así que seguiremos con el término “globalización”.

La idea de globalización empieza a crearse después de la 2ª Guerra Mundial, pero adquiere verdadero empoderamiento a partir de la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989 y el desmembramiento del bloque comunista con la desaparición de la URSS en diciembre de 1991. La caída del “telón de acero” supuso que un gran espacio económico, político y social hasta ahora prohibido y opaco, dejara de existir, y en su lugar aparecieran nuevas oportunidades de relacionarnos económica y socialmente. La caída del telón de acero nos mostró un “nuevo mundo” por explorar y descubrir a todos los niveles. Además, las nuevas tecnologías de comunicación entre territorios favorecían una interacción rápida. Según Wikipedia, la enciclopedia libre y global, la globalización es el proceso a escala mundial económico, tecnológico, político, social y cultural, consistente en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo. Se identifica con un proceso dinámico producido por la sociedad con una finalidad de liberalización y democratización política, jurídica y económica.

En cualquier caso, la globalización que tenía que venir después de la caída del muro de Berlín tenía que ser algo que desregularizara mercados, abriera relaciones multilaterales acabando con la unilateralidad y bilateralidad propia de épocas anteriores, promoviera los derechos humanos tomando peso Naciones Unidas como órgano de vigilancia y protección de una multilateralidad generosa soportada por los contrapesos de los propios acuerdos a “muchas bandas” en un mercado único de bienes, capitales y personas. Y lo que entonces no sabíamos, pero que pronto nos dimos cuenta, era que todo eso estaría soportado por los grandes avances tecnológicos en comunicación, es decir, por Internet… la gran red social donde todo va de un lado para otro en cuestión de segundos. Globalizar, o mundializar lo económico, tecnológico, político, social y cultural, a través de procesos dinámicos de esencia social para la liberalización y democratización de todo, gracias a la facilidad de comunicarnos sin límites entre nosotros y llegar a ser “interdependientes”. Hermosa palabra la interdependencia. Al final globalizar es conseguir ser multilateralmente interdependientes y para ello debemos democratizar y liberalizar lo económico, la tecnología, la política, la sociedad y lo cultural…, y todo a escala mundial. ¡Gran empresa!. Relacionarse interdependientemente supone dejar de ser tóxicamente dependientes unos de otros (por ejemplo, entre los países “en vías de desarrollo” con los países “desarrollados”); pero también supone dejar de ser independientes (nacionalismos más o menos populistas de uno u otro color y defensa a ultranza de los Estados-Nación como único ente posible de organización político-jurídico-económica). La interdependencia es relacionarse y necesitar unos de otros bajo una premisa de igualdad y libertad. El término fue acuñado por Mahatma Gandhi hace ya casi un siglo.

Occidente Al Ataque

Como decía, la caída del muro de Berlín dejó a todo un espacio geográfico, político, económico, social y cultural, huérfano de padre y madre. Y Occidente vio en ello una gran oportunidad de posicionarse dentro de dicho espacio desregularizado y sin apenas controles. Las grandes corporaciones vieron cómo de la noche a la mañana se agrandaba el club de países “en vías de desarrollo” susceptibles de ser colonizados, susceptibles de entablar relaciones económicas asimétricas, sin casi regulación, ni control, pero atractivos enormes márgenes con los que engrosar sus cuentas de resultados opacas en paraísos fiscales controlados en última instancia por sus mismos gobiernos, esos a los que también financiaban sus campañas políticas y a sus políticos retirados. Y lo que creíamos que iba a ser la realización del sueño póstumo de Ganghi, se convirtió en algo así como la pesadilla de Mad Max. Y entonces es cuando, en un mundo donde tecnológicamente todo fluye de un lado para otro sin limitaciones ni restricciones de ningún tipo, donde los “unos” entran como un elefante en una cacharrería, y los “otros” se dan cuenta, o aprenden, que la puerta trasera de los primeros se quedó abierta, se cuelan por ahí para crear el caos en aquellos que a los que llaman Satán y que han mamado desde pequeños, o que alguien interesado les ha hecho creer de generación a generación.

Y por esa puerta trasera se nos cuela el terrorismo más cruento y desgarrador. El 11 de septiembre de 2001, Occidente se da cuenta de golpe que algo ha cambiado cuando las torres gemelas de Nueva York son destruidas muriendo miles de personas. Occidente acababa de perder su “status quo” mundial sin saberlo, y ya nada volverá a ser lo mismo desde entonces para nosotros. Para los que vivimos en Occidente, ese 11 de septiembre y sus consecuencias posteriores fue el despertar de aquél sueño de una noche de verano que fue la caída del muro de Berlín. Sí, es cierto que entre aquél ya lejano 1989 y el 2001 habían pasado muchas cosas en el mundo. Vimos esfumarse en un “plis-plas” al bloque soviético, y alzarse con el control del arsenal nuclear de la ex URSS a Boris Yeltsin, el nuevo zar de la gran madre Rusia de todos los tiempos. Y tal como se alzaba, caía… como lo hacían también el resto de ex repúblicas soviéticas. También vimos la primera guerra de Irak. La condonación de la deuda mexicana. El derrumbe de las emergentes economías asiáticas, los llamados tigres asiáticos. El derrumbe económico definitivo de Rusia. Y sin ruido de fondo, sin promover ningún tipo de democratización de su sistema político, sin prisa pero sin pausa, la constante emergencia de China dentro del nuevo concierto internacional, olvidándonos todos de los tristes episodios en la Plaza de Tiananmén en 1989. A partir de entonces todo se sucede a un ritmo vertiginoso. El mundo “desarrollado” siente el miedo en sus carnes. Miedo real. Miedo a no estar seguro ni en tu propio país. En tu propia casa. Miedo a ser un blanco en cualquier desplazamiento vacacional con la familia o los amigos. Pasear por las grandes urbes de Occidente ya entraña peligro. Paris, Niza, Londres, Berlín, Nueva York, Madrid o Barcelona lo sienten en sus propias carnes. Un peligro quizás sobreestimado, pero en cualquier caso un peligro incontrolable e irracional amplificado gracias a la propia globalización de la tecnología y las comunicaciones. Y después de aquél 2001 y la posterior segunda guerra de Irak entre otras vicisitudes geoestratégicas globales, en el 2008 nos dijeron que existían unas “cosas” llamadas “hipotecas basura” que los bancos de los EE.UU. habían concedido a personas que no podían pagarlas.

Que sin entender muy bien cómo ni por qué, esas “hipotecas basura” americanas que habían hecho caer un banco americano (Lehman, septiembre 2008) y había puesto en riesgo al resto del sistema financiero de los EE.UU., en el 2010 puso en jaque a todo el sistema financiero mundial, y en especial al europeo y a la Unión Europea (UE). Y para que eso no afectara a los depositantes europeos y a sus ahorros acumulados en sus bancos nacionales desde la 2ª Guerra Mundial, los Estados decidieron salvar a los bancos con avales y dinero extraído de los erarios públicos, a los que todos habíamos contribuido a engrosar para cumplir con el pago religioso de nuestros impuestos. Y así, por ese efecto globalizador, durante el 2011 hubieron Estados como el griego, italiano, irlandés, portugués y español que estuvieron a punto de quebrarse. Y para que no pasara, la amada Unión Europea que tanto nos había dado de transferencias durante años para ayudar al desarrollo de ciertas zonas “en vías de desarrollo” dentro de los países “desarrollados”, y que también sirvieron para engrosar los bolsillos corruptos de muchos de nuestros amados líderes políticos, se cansó. Y se cansó de dar dinero año tras año, y en cambio, seguir teniendo durante décadas zonas internas “en vías de desarrollo”. Y el grifo se cerró también de golpe. Y nos envió a la “troika” para obligarnos a reducir drásticamente el gasto público en todo, incluso en aquello que nunca debería haberse reducido, como era el sistema educativo y, especialmente, el sanitario. Desde el 2011 hasta el 2014, nos pasamos unos años viendo a gente “normal” en el paro durante muchos años, pidiendo ayudas sociales para la cobertura de sus necesidades básicas y la de sus familias, y en muchos casos, llegando a ser deshauciadas de sus casas. Era como ver el NO-DO en blanco y negro sobre la postguerra española, pero en colores. Esa gente “normal”. Como tú, como yo. Tu vecino, tu amigo, tu primo… pidiendo ayudas de comedor para que sus hijos hicieran una comida decente al día. En la España del siglo XXI. El terrorismo global nos había hecho sentirnos muy inseguros, y un sistema financiero global nos había hecho económicamente débiles y vulnerables.

Entre medio, se persiguieron a los grandes monstruos de nuestras peores pesadillas occidentales. A Bin-Laden y a los paraísos fiscales. Como siempre se suele hacer en estos casos, en vez de solucionar el problema, se trata de paliar el dolor del síntoma. Al primero lo pelaron, y a los segundos nos los cargamos. A ambos por personificar la maldad del mundo global, pero con una nueva puerta trasera entreabierta para los paraísos fiscales: permitir que ciertos territorios mantuvieran un “status quo” fiscalmente favorable para la “eficiencia” fiscal. Y como no, algunos de esos territorios estaban en los EE.UU. (ciertos Estados Federales dentro de la Unión), la UE (Luxemburgo), o incluso China (Hong-Kong). Porque los terroristas globales y los políticos corruptos del mundo, entre otros, seguían teniendo necesidad de almacenar sus capitales, y por que no, muchos de los grandes bancos que habían contribuido a globalizar la crisis de las hipotecas basura mantendrían filiales más o menos declaradas en dichos lugares para administrar dichos capitales. ¡Círculo global cerrado! Y ya tenemos servida la mesa del populismo nacionalista. Sensación de inseguridad física y económica amplificada por la comunicación global a veces teledirigida por intereses ocultos. Presión migratoria globalizada. Corrupción pública y privada global. ¿Alguien da más?. El plato está servido. Pues sí… alguien nos ha dado algo más para añadir al plato. Un virus global en poco más de dos meses que nos mantiene confinados… pero no aislados gracias a la globalización de la comunicación y de la tecnología. Un virus global que nos mantiene confinados en casa en pleno siglo XXI como si se tratara de la peste negra que leíamos en los libros de historia. Pero un virus que, si bien es cierto que es más letal y contagioso que una gripe común, lo que verdaderamente nos ha provocado el confinamiento ha sido el carecer de un sistema sanitario capaz de absorber un reto de esta magnitud a corto plazo. En parte por ser un sistema sanitario que durante unos cuantos años ha sido el foco de las políticas de austeridad europeas en unos casos, o bien, por tener una visión extremadamente liberal de lo social.

Pero cuando las cosas se tuercen, allí es donde aparece la familia y los amigos para ayudar. ¿Verdad?. Ahí está nuestra familia europea y nuestros amigos americanos que nos echarán una mano con equipos, tests de diagnóstico precoz, mascarillas, etc… para combatir a este nuevo enemigo global. Pero los equipos y tests no vienen. ¿Nos despertamos tarde?, sí… pero nos despertamos. Y los grandes distribuidores europeos de material sanitario radicados especialmente en Alemania y Francia no pudieron hacer frente a nuestras peticiones por que sus Estados habían cerrado las fronteras a este tipo de material ahora considerado estratégico. ¿Y lo de la libertad de circulación de mercancías, capitales y personas?, ¿y el Tratado de Maastricht?… Bueno, pidamos al menos que Europa comparta el coste económico de esta crisis sanitaria que nos obliga al confinamiento y, por tanto, a parar en seco la actividad económica. Emitamos eurobonos para mutualizar el coste de la pandemia en Europa. Pero la UE vuelve a demostrarnos que ya no es solidaria, y su respuesta es “nein”. Así que, “danke, Ich liebe dich auch” (gracias, yo también te quiero). ¿La globalización es buena?. Sí, por supuesto. Siempre que se haga con la finalidad de fortalecer la interdependencia a partir de la libertad, la justicia y la multilateralidad, no para crear lobbies financieros de poder para aprovechar zonas desregularizadas de altos márgenes. Una cosa que debemos aprender de esta situación de confinamiento es que, por muy liberal que sea un sistema económico y social, al menos hay cuatro sectores que no pueden deslocalizarse en su totalidad, ni pueden verse afectados por políticas rácanas de gasto público. A mi juicio, dichos cuatro sectores son el de la educación, la sanidad y sus suministros, la seguridad y defensa, y la gestión de infraestructuras estratégicas tales como, telecomunicaciones, red de carreteras, puertos y aeropuertos, red de suministro de energía y agua, y red de mercados centrales de distribución de alimentos.

Todo el resto puede y debe ser de iniciativa privada si queremos que sean económicamente eficientes, pero los anteriores cuatro sectores no deben gestionarse por criterios exclusivos de eficiencia económica, sino que su principal motor debe ser la maximización del beneficio social. Y siempre bajo eficaz control del gasto público donde al que se le ocurra poner la mano en la caja, se le corte, no física pero sí penalmente. Aviso para navegantes.

¿y A Partir De Ahora Qué Podría Pasar?

Lo que seguro que pasará es que saldremos en 1 ó 2 meses del confinamiento. Y lloraremos a los que se hayan quedado por el camino. Y pediremos responsabilidades por los errores cometidos. Y seguiremos sin hacer autocrítica. Pienso que los efectos del confinamiento serán intensos en profundidad pero cortos en el tiempo. Es un reseteo del ordenador cuando éste “se cuelga”. Y luego el ordenador se volverá a encender, porque esta vez sí que los Estados se han puesto las pilas con las ayudas sin titubeos, y que ha pesar de la insolidaridad europea, los Bancos Centrales se han puesto a imprimir billetes como locos también sin titubeos. Algo habremos sacado de la crisis del 2008. Pero no todo será igual. Sabremos más que nunca que Europa es insolidaria. Porque con la salud no se juega. Y sabremos que los EE.UU. tienen sus propios problemas y no están como para tender la mano a nadie. Y veremos que, a pesar de venir el virus de China, también ha llegado su ayuda en experiencia, médicos y material. En definitiva, el centro del mundo se habrá movido unos grados más hacia Oriente, ese Oriente lejano donde enviábamos a quien de pequeños nos molestaba. Ese Oriente entre el antiguo mundo comunista y “en vías de desarrollo”. Quizás el nuevo mundo. Siempre con Rusia por en medio intentando sacar algún tipo de tajada oportunista de cualquier caos.

Y deberemos empezar todos a globalizarnos en positivo. Con un sistema capitalista consciente de sus fortalezas, que son muchas, y de sus debilidades, que también lo son. Con un sistema de libertades individuales que no debemos dejar perder, pero que es necesario articular un mecanismo por el que se pueda ceder voluntariamente cuando la situación lo requiera con el compromiso de ser recuperado cuando dicha situación, objetivamente deje de requerirlo. Y con un ente supranacional con una visión y una coordinación global y efectiva de todos los Estados. Pero por encima de todo, debemos aprender a ser generosamente interdependientes en nuestras relaciones. Y siempre basadas en la libertad y la democracia. Desde las más básicas a nivel personal, a los más complejos acuerdos multilaterales de comercio internacional. Porque, históricamente, sólo cuando el comercio internacional ha sido libre, el mundo ha avanzado, y las sociedades y las culturas se han beneficiado. —

 

Rafael Rabat
Economista socio fundador de NORZ Patrimonia EAF
socio fundador de GAR Investment Managers

 

El Covid´19 nos ha hecho más globales que nunca. No han sido necesarias manifestaciones ni a favor ni en contra para que todos los países afectados por el temido y hasta hace poco negado virus, hayan tenido que adoptar casi al unísono y en tiempo record idénticas medidas económicas, fiscales y sociales destinadas a paliar los devastadores efectos de esta famosa pandemia. Hasta los países más reacios y más inmunes a aceptar esta realidad se han visto obligados a sucumbir a ella, como Gran Bretaña y Estados Unidos, teniendo que reconocer abiertamente la fragilidad de sus países, la vulnerabilidad de sus sistemas, sus estresados modelos de economía de mercado, y a la postre de su capitalismo exponencial.

 

Los gobiernos se han visto en la necesidad imperiosa de tener que desarrollar en tiempo de descuento y de forma precipitada, instrumentos que pretenden socorrer a las clases y colectivos que más sufrirán esta crisis, las Pymes. Estas, junto con nuestros mayores, son las verdaderas víctimas de esta crisis sanitaria y económica, como también lo fueron en la crisis del 2.000, y la reciente y que aún coletea crisis del 2008, lo que demuestra una vez más la enorme vulnerabilidad de las mismas, y el abandono que sufren por parte de todos nuestros gobernantes.

El legislador de todos los gobiernos se ha visto desbordado estos días creando y aprobando un acervo normativo que pretende, y ya no me aventuro a vaticinar que lo consiga, medidas a contrarreloj para paliar esta fragilidad que una vez más ha quedado al descubierto. Pero estas medidas son coyunturales, desparecerán de forma inmediata cuando así lo hagan las mismas causas que las motivaron, debido a que nuestros sistemas económicos son tan frágiles que nuestros gobiernos no disponen de solidez suficiente para que perduren en el tiempo. Eso nos debería llevar a reflexionar sobre quiénes son los verdaderos activos de nuestras economías, en mi humilde entender, las Pymes. Ello nos llevaría a cuestionarnos qué medidas fiscales, económicas, sociales y laborales adoptan año tras año, día tras día, nuestros gobiernos para evitar que éstas, que son la verdadera locomotora del sistema económico y la base de nuestro tejido empresarial, sean a la vez el colectivo más frágil y más vulnerable en situaciones de estrés económico como el actual.

Del mismo modo me cuestiono cual es el verdadero destino de los ingresos que se perciben de estos agentes sociales, los más castigados a nivel impositivo, si en situaciones como en la que nos encontramos se ha evidenciado un auténtico desabastecimiento de uno de los sistemas y a la postre pilar básico, del tan tarareado estado del bienestar, el sanitario. Se puede afirmar la verdadera existencia de un Estado social, cuando ahora más que nunca se evidencia las lamentables y ya irreparables consecuencias de ininterrumpidos años de recortes sociales, sanitarios, la nula inversión en ellos, en sus sistemas, y en su personal. A qué se deben los incesantes fallecimientos, al temido virus o a la escasez de recursos sanitarios. Nuevamente hay que recurrir a la iniciativa altruista privada, de ciudadanos anónimos, de las grandes y medianas empresas del IBEX, ahora también castigadas.

A todos los gobernantes se les llena la boca día a día en sus comparecencias públicas de las inyecciones de capital y de las ingentes medidas aprobadas, como si de un concurso con medalla de oro al más solidario se tratara. Llegan tarde. El legislador ha de legislar no solo para el hoy, sino para el mañana, para evitar nuevamente el impacto que de forma continua sufren las siempre recurrentes víctimas de todas las crisis, las Pymes, porque son estas las que a la luz de las crisis vívidas evidencian más que nunca que son la verdadera piedra angular de nuestro sistema empresarial y económico, y a ellas hay que cuidar, mimar y regar.

Sin Pymes no puede haber paraíso.

 

GEMA MARTINEZ MARTINEZ
Socia S&M